Competencia monopólica frente a oligopolio y competencia perfecta


La mayor diferencia entre oligopolio y competencia monopólica es que los sectores de la competencia monopólica están relativamente poco concentrados. O sea, cada empresa tiene un porcentaje relativamente pequeño del mercado total, por lo que cada una tiene un control limitado sobre el precio de mercado. Este número relativamente grande en un sector de competencia monopólica asegura que la connivencia sea prácticamente imposible. Por el contrario, la concentración del mercado en un oligopolio es relativamente alta y, por lo tanto, también lo es el poder de los oligopolistas para fijar los precios.

En cuanto a las conexiones entre competencia monopólica y competencia perfecta, la primera se parece a la segunda de tres maneras: hay numerosos compradores y vendedores, la entrada y salida son fáciles y las empresas aceptan los precios fijados. La gran diferencia está en que en la competencia monopólica hay diferenciación del producto, que es uno de los conceptos más importantes de toda la economía, la estrategia y el marketing.

Como ya dijimos, las empresas puramente competitivas tienen un producto estandarizado u homogéneo, lo que quiere decir que los consumidores no tendrán otro elemento que el precio para preferir el producto de una empresa al de otra y que la competencia de precios, entonces, es la norma. Pero en la competencia monopólica, los fabricantes hacen varias versiones de un producto determinado. Si quiere una imagen realmente gráfica de este fenómeno, simplemente recorra el pasillo de los cereales para el desayuno en cualquier supermercado y verá cuántas maneras diferentes tiene la empresa Kellogg’s de empacarlos.

Debido a tal diferenciación del producto, los consumidores tienen otras razones que no sean sólo el precio para preferir un producto y no otro, o sea, que la rivalidad económica aquí adopta la forma de competencia, no de precios. Esta competencia que no es de precios puede ser la forma en que las empresas diferencian sus productos y esta diferenciación se puede hacer de muchas maneras, desde recurrir a la calidad del producto y las condiciones de venta y servicio hasta la publicidad y el empacado.

Por ejemplo, en el terreno de la calidad de producto, los computadores personales pueden diferir en capacidad del hardware, en el software que usan o los gráficos, incluso en su facilidad de uso, mientras que la hamburguesa que sirven en cualquier restaurante de comida rápida sólo puede diferenciarse de las demás en el grosor de la carne, el tamaño del panecillo y si se hace a la parrilla o frita.

En una línea similar, la aspirina de siempre se puede mejorar con componentes que prevengan el dolor de estómago o con cafeína para mantenernos despiertos, los detergentes se pueden formular para uso en agua fría o aguas duras y la cerveza puede tener menos alcohol y más malta. Cuando se trata de productos duraderos como los automóviles, las marcas pueden diferir en cientos de aspectos, desde diseño y caballos de potencia hasta los airbags, el consumo de combustible y los sistemas estereofónicos. Una rosa puede ser una rosa, pero un Ford no es un Chevrolet ni un Toyota.

Más allá de las características físicas y de la calidad, los productos también se pueden diferenciar por otros elementos, como la calidad de servicio y las condiciones de venta. Por ejemplo, un concesionario de coches puede ofrecer una financiación a bajo interés y servicio de mantenimiento gratuito mientras que otro tal vez opte por garantías multianuales. Un supermercado de barrio puede remarcar el servicio prestado por los ayudantes que empacan las compras, mientras que una tienda tipo almacén puede dejar que sea el cliente quien se encargue de poner sus compras en bolsas y llevarlas hasta el coche, pero ofrece precios más bajos. Una pizzería puede destacar por la rapidez de su servicio a domicilio y otra por los excelentes champiñones que usa y la masa gruesa y crujiente de su base.

La calidad y las condiciones del producto se basan en verdaderas diferencias entre un producto y otro, pero eso no siempre es así con una tercera fuente de diferenciación, la publicidad, el empacado y el empleo de nombres y marcas registradas.

Por ejemplo, hay muchas clases de analgésicos tipo aspirina, pero la promoción y la publicidad pueden convencer a quienes sufren de dolor de cabeza de que Bayer o Bufferin son mejores y justificar que tengan un precio más alto que un genérico.

Del mismo modo, el nombre de alguien famoso asociado con pantalones vaqueros o perfume puede realzar esos productos a los ojos de los compradores, mientras que las empresas de tabaco o coches que saben asociar con éxito su producto con un mayor atractivo sexual pueden tener ventaja con respecto a la competencia.

Permítame anunciar la idea principal de esta discusión: desde la perspectiva del directivo empresarial la diferenciación del producto en general y la publicidad en particular tienen dos objetivos estratégicos en mente. Como se ve a la izquierda de la figura, el primer objetivo es aumentar la demanda de los consumidores y por .unto desplazar la curva de demanda de la empresa hacia fuera y aumentar la cuota de mercado del negocio.

Competencia monopólica frente a oligopolio y competencia perfecta Microeconomía para Directivos

En el lado derecho de la misma figura vemos que el segundo objetivo es aumentar la inelasticidad de la curva de demanda del producto, que tal como ya sabemos, es una forma muy adecuada de aumentar los beneficios mediante la subida de precios.

Una empresa puede aumentar la inelasticidad de la demanda de un producto creando una fidelidad hacia la marca entre los consumidores. Por medio de la publicidad puede crear una preferencia más fuerte por el producto de la empresa, lo que cierra entonces uno de los muchos lazos integradores entre economía y marketing.

Esta inelasticidad aumentada también aumenta las oportunidades estratégicas de los directivos. En primer lugar, en vez de aceptar los precios del mercado, los directivos que llevan empresas de competencia monopólica pasan a fijarlos, aunque con menos flexibilidad que los monopolistas puros. Al mismo tiempo, dado que ahora pueden reaccionar a las cambiantes condiciones del mercado modificando las características del producto, también pueden hacer una competencia que no se base sólo en el precio.

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Categoría: Microeconomía para Directivos.





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